El día amaneció con llovizna y fresco. Por suerte, porque veníamos con mucho ajetreo de Washington. Teníamos por delante un viaje bastante corto hacia Filadelfia. Cuando uno piensa en esta ciudad del estado de Pennsylvania se la imagina fabril, gris, sucia, con edificios semi abandonados y habitados por junkies fumando crack. Bueno, nada que ver. Al menos la ciudad de Filadelfia en sí no tiene nada de todo esto. Muy por el contrario.
Nos encontramos con muchos puntos históricos, como la famosa campana de la libertad que sonó en 1776 para convocar a los pobladores a la lectura de la Declaración de la Independencia. Pero también nos encontramos con unas calles preciosas que, a excepción de algunas cuadras en pleno Downtown, están muy limpias y ordenadas.
La ciudad nos recibió con un perfil similar al de New York, con rascacielos que se recortan en el cielo y autopistas con mucho tráfico que cruzan varios puentes sobre el río Delaware. De pronto, tres estadios se nos plantaron adelante, uno al lado del otro como el Juan Domingo Perón y el Libertadores de América en Avellaneda: el Wells Fargo Center donde juegan los 76ers, el Lincoln Financial Field de los Eagles y el Citizens Bank Park, donde los Phillies juegan de local.
Un flashback en el relato. Pasando la mitad de camino desde Washington se llega a la ciudad de Newark, en el estado de Delaware. Ahí está el Christiana Mall. Preguntarás qué tiene de interesante este shopping, teniendo en cuenta que estuvimos en Orlando hace unos días… Pues bien, Delaware es uno de los pocos estados que no cobran taxes. Entonces, si vas a comprar tecnología por ejemplo, la diferencia es notoria (en Florida se cobra entre 6% y 7,5% de taxes, dependiendo de la ciudad, y Nueva York cobra casi 9%).
Volviendo a la experiencia por Filadelfia, uno piensa que probablemente esa fama de ciudad picante se la haya ganado en otra época o en los suburbios. Quizás atravesó un proceso de limpieza similar la de Giuliani en Nueva York, allá por los ‘90s. Lo cierto es que en ningún momento sentimos temor o desconfianza en caminar por sus calles. Por eso dejamos el auto en uno de los varios parkings que hay cerca del City Hall, dimos la vuelta en un bus turístico y luego nos animamos hasta la South Street, que marcaba el límite sur de la ciudad en la época de los cuáqueros que fundaron la ciudad a fines del Siglo XVII.
Según el relato histórico, los negros no eran bienvenidos hacia el norte de esa calle, por lo que la zona se convirtió en el centro de su cultura. Años después se sumaron también los hipsters y los hippies. Y así aún hoy, aunque mucho más concheta y trendy, hay teatros independientes, casas de música, negocios de ropa y de antigüedades, entre boliches de comida y lugares para tomar algo. Sin dudas, una zona con una onda insuperable.
Y como si fuera poco, como bonus track de regreso al centro para buscar el auto, nos cruzamos con los festejos del Oktober Fest, unas carpas instaladas en plena plaza principal y la gente tomando cerveza a cielo abierto. Sin desperdicio.
El hotel
Esta vez probamos otra marca: los Days Inn. No en Filadelfia sino cruzando el río, en Cherry Hill, que si bien es New Jersey, no son más de 15 minutos en auto desde el centro de Philly. La habitación estuvo perfecta: muy amplia, con un escritorio y un sillón de dos cuerpos, televisor, heladera, microondas. Crédito abierto para la cadena.